La carencia de agua y las dificultades para su acceso en la región mediterránea se agravarán con la pandemia de la COVID-19, han asegurado el pasado miércoles los países de la Unión por el Mediterráneo (UpM) y el Instituto Mediterráneo del Agua.

Ambas instituciones han advertido de que en los próximos 20 años en la región de Europa-Mediterráneo, alrededor de 250 millones de personas sufrirán “pobreza de agua”, una cifra “que podría exacerbarse potencialmente por la pandemia”.

La UPM advierte asimismo que en las próximas décadas, se espera que la disponibilidad de agua disminuya un 15%, situación que causará “restricciones importantes para la agricultura y el uso humano en un área que ya sufre de escasez de agua”.

El agua en el área mediterránea

En ese sentido, y tras consultar a expertos de países como Argelia, Chipre, Egipto, Francia, Jordania, Líbano, Malta, Marruecos, Palestina, España, Túnez y Turquía, se han propuesto compartir preocupación y elaborar recomendaciones para atajar la crisis.

Más allá, los países involucrados han dicho ponerse de acuerdo en que garantizar el acceso al agua es “esencial” y que establecer planes de suministro por la emergencia es clave, como han demostrado los cortes sufridos durante el confinamiento en países como Jordania y Turquía.

Satisfacer la creciente demanda de agua potable de buena calidad y para el riego es “un desafío complejo”, una situación que “a menudo conlleva desacuerdos entre los usuarios de las aguas subterráneas y los propietarios de tierras, o entre países”.

Dependencia de este recurso

De cara a la fase de recuperación, han subrayado que el suministro es vital para el empleo y han recordado que tres de cada cuatro trabajos de la región (de la agricultura a la energía, pasando por el turismo) “son altamente dependientes de este recurso”, por lo que deben establecerse planes para asegurar su suministro.

Fuente: mluquillas / EFE VERDE